La otra tarde cuando regresaba a casa, nuevamente pude comprobar lo afortunada que soy al vivir en el lugar que vivo. A medida que iba por el carril, no cesaba de darme la bienvenida todos los vecinos que conviven con nosotros. Los primeros fueron, una familia de meloncillos que les cedí el paso, y se pararon un momento como para dar las gracias, estaban "sembraos". Continuaba avanzando y de repente nuestro amigo el aguilucho, que días a tras lo había vista cazar cerca de casa, se posó en el fresno para observar. Justamente en ese momento un cernícalo, caía desde arriba a capturar alguna presa que llevaba acechándola durante un rato. Ya en la cancela de entrada, cuando me dirigía a abrirla los dos caballos que tiene nuestro vecino me relincharon. Ya solo quedaba el saludo de mis perros, y sobre todo la Wendy que sentadita muy tiesa observa con mucha alegría como me bajo del coche.
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