sábado, 1 de noviembre de 2014


UN SUEÑO A FUEGO LENTO.- Desde que era pequeño siempre me habían parecido los hornos de leña del campo de Conil una construcción con una personalidad tremenda. Llenos de sabiduría, tanto a la hora de fabricarlos como llegado el momento de ponerlos en funcionamiento. Recuerdo esas manos curtidas, amasando pan y rosquetes, trabajando con una precisión de relojeros suizos, pues años tras años conseguían trasladarme las mismas sensaciones. De momento, el cuerpo del horno se ha integrado perfectamente en el entorno, levantado por las manos jóvenes pero con mucho saber, aprendido y heredado, de nuestro amigo Yiyi. Y al que sólo le faltará el alma, y nadie mejor que Juana, la misma que de chico, me daba el pan recién hecho para que lo probara

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