Como todos los años, en los días previos a la navidad hacemos nuestra pequeña pestiñada. La intención era haber puesto esta entrada en aquellos días, pero los motivos que comentamos ayer la dejaron en el aire.
Desenpolvando un papelito en el cual están escrito los ingredientes de una receta que me dio mi madre, que a su vez ella tomó de una vecina hace un porrón de años, iniciamos el ritual de los pestiños. Una vez tenemos el tesoro, despejamos y limpiamos escrupulosamente todas las encimeras de mármol para poder trabajar a gusto. Rescatamos la taza (250ml.)que nos va a servir de medida, la cual también era de mi madre y solamente la utilizamos para esta ocasión. En una sartén ponemos a calentar 2 tazas de Aceite de Oliva y refreímos la cáscara de un limón. Cuando comienza a estar doradito echamos la matalauva y lo retiramos del fuego. Se deja enfriar un poco, se cuela y se echa en un barreño. Seguidamente se le añade una taza de vino, otra de anís y también poco a poco la harina. Se va removiendo todo y en el momento que tenga consistencia de masa se puede verter sobre el mármol y empezar a amasar y añadir harina hasta que no se peguen los dedos (aprox. kilo y medio). Se deja reposar durante una hora.
A continuación se van cogiendo pequeños trozos de la masa, se estiran con el rodillo hasta que prácticamente se transparenta (1mm.), con un cuchillo se hacen cuadraditos y luego se doblan como un pañuelo. Este año hemos incorporado un nuevo amasador, Pepito, que ha disfrutado muchísimo con las texturas de la masa y haciendo figuritas.
Por otro lado se ha puesto en una sartén Aceite de Oliva a calentar para empezar freír los pestiños. Es recomendable como mínimo 2 personas, una para amasar y estirar y otra para freír. Aunque lo ideal son 3 y si son más mejor y si hay baile y cante, pues mejor que mejor. Una vez fritos todos los pestiños llega el proceso de pasarlos por miel.
Es toda una ceremonia la que rodea a los pestiños, que sin quitarle importancia a los mismos, lo más valioso para nosotros es el ratito tan bueno que pasas junto a amigos y familiares, (en esta ocasión nos acompañó nuestro amigo Juan Carlos, que gracias a él tenemos un magnífico recuerdo en imágenes) al calor del hogar, recuperando viejas costumbres.
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