Me parece mentira, que esta mañana tras una noche intensa de lluvias he llegado al trabajo con los zapatos limpios, y todo gracias a que este verano, hemos hecho por fin, el caminito de piedras hasta la entrada de casa.
En años anteriores, llevaba en el coche un segundo armario, chaquetas, calcetines y como no, otro par de zapatos. A pesar de la odisea, cuando llegaba al trabajo era como si el medio rural invadiera el urbano, a medida que caminaba por el despacho, iba dejado mi particular sendero de barro, jolín. Pero como se suele decir, a todo le llega su hora, y esta mañana he entrado con una sonrisa en la cara, orgullosa de mis zapatos limpios.
En años anteriores, llevaba en el coche un segundo armario, chaquetas, calcetines y como no, otro par de zapatos. A pesar de la odisea, cuando llegaba al trabajo era como si el medio rural invadiera el urbano, a medida que caminaba por el despacho, iba dejado mi particular sendero de barro, jolín. Pero como se suele decir, a todo le llega su hora, y esta mañana he entrado con una sonrisa en la cara, orgullosa de mis zapatos limpios.
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