El cielo se cubrió totalmente de un manto gris oscuro, parecía que se iba a caer sobre nuestras cabezas. Desde el ventanal del salón, contemplábamos maravillados y espectantes, todo cuanto acontecía. Pepe, no cesaba en su empeño de querer salir, pero era totalmente imposible, estaba diluviando. Hubo un instante, en que la naturaleza mostró su lado más feroz, combinando fuertes lluvias con un viento huracanado, los tres mirábamos atónitos por el cristal. Nuevamente la naturaleza nos demostraba, lo indefensos que somos ante su fuerza. Fue algo impresionante, con sensaciones entremezcladas, de miedo, de admiración, etc.
El día anterior, nos habíamos hecho acopio de provisiones, para evitar salir del campo. Estas lluvias como eran de esperar, han hecho mella en el carril de acceso, dado que han sido muy torrenciales y han arrastrado mucha tierra e incluso piedras.
Nuestro magnifico pluviómetro, registro un total de 162 litro en todo el día.
Ahora toca, ver todos los destrozos que se han producido, es verdad que nunca llueve a gusto de todos, pero hay que decir, que falta hacía.