En estos días en que el sol acaricia nuestro campito, tras esos días de lluvia, el paisaje va tomando forma y sobre todo vida. Rinconcitos, que hacen especial los paseos matutinos, cada uno con un encanto único. Las continuas lluvias no permitían que nada despertara de su letargo, y ahora poco a poco, la tierra se calienta y flores e hierbas, asoman tímidamente.
Cada espacio, es un lugar idóneo para colocar unas macetas, poner unos troncos o hacer un murito de piedras, adquiriendo cada uno de ellos su propia personalidad. Las gallinas y los perros, merodean curioseando la novedad, con el riesgo de producirse algún pequeño destrozo.
La huerta es otro de esos rincones, donde el tiempo parece que se detiene al ritmo de las lechugas, de las zanahorias o de las coles. Lentamente, se va recomponiendo tras las aguas y las plantitas, cogen fuerza para luego deleitarnos con sus frutos.
Rincones que hacen que cada día nos sintamos más a gusto en el campo y sobre todo felices,